La producción de conocimiento mediante la investigación en las ciencias sociales y humanas se ha convertido, hoy día, en un proceso controvertido desde varios puntos de vista que, en gran medida, tienen que ver con los enfoques teóricos utilizados para aproximarse a la realidad, y con la postura ética del investigador(a) ante la misma.
Ambas dimensiones controversiales, presentes en el proceso de investigación, se relacionan al hecho indiscutible de que las teorías y los conocimientos que se producen con la investigación en ciencias sociales aluden normalmente a relaciones sociales asimétricas y de poder, emergentes de estructuras sociales y acciones, prácticas, conductas y discursos cotidianos que atraviesan diversos espacios de la realidad en específicos momentos históricos (Yapu: xv). Por tanto, la posición que asume el(a) investigador(a) frente a esas relaciones que en nuestra sociedad moderna son generalmente injustas, desiguales y excluyentes para producir un conocimiento sobre ellas no es ni puede ser neutral.